DE PRINCIPIO...

lunes, 19 de abril de 2010

Aguardando la muerte

Miré por la abertura de la pared.
Varios disparos habían abierto aquel agujero. Estaba esperando la muerte.
Mojado tras haber huido por el rio durante días. Sucio tras haberme ocultado entre el ganado en aquella granja inocente.
Recordé aquel tiesto que mi madre regaba cada mañana. Recordé haberme sentido limpio. Sin haber matado a nadie. Con las manos limpias de sangre. Saqué el pañuelo blanco que tenía en el bolsillo. Había perdido muchas cosas en aquella guerra, pero aquel pañuelo seguía allí, tan blanco como siempre. Intenté limpiar mis manos. No pude, aquellas manchas no se irían nunca. Esas muertes siempre seguirían allí. Solo conseguí manchar el pañuelo.
Miré el suelo, un líquido espeso y pegajoso lo cubría, sangre de mis compañeros ya muertos. Muertos en aquella guerra que no era suya, que no era nuestra, que puede que no fuese de nadie. Una guerra como tantas otras, sin sentido, llena de mentiras, de malas palabras, de actos inútiles.
Volví a asomarme por aquel agujero de la pared.
Noté aquel libro en mi bolsillo, aquel libro sagrado, el libro que me regaló mi padre cuando tan solo era un niño.
-Algún día, cuando no puedas explicarte algo, cuando ya no tengas nada a lo que agarrarte, él será tú salida.
Una frase que siempre me ha acompañado de la mano durante toda mi vida, pero que nunca he llegado a comprender del todo. “¿Qué quiso decirme con ello?” Me lo he preguntado muchas veces. Nunca lo sabré. Ahora es demasiado tarde para preguntar.
Un libro que aparentemente no sirve para nada, una frase que tampoco sirve para nada. Pero ahora mi vida se está acabando; apenas me quedan unos segundos. Quizás fuera esto a lo que se refería mi padre.
Sé que no me quedaba tiempo, sé que todo acabará en apenas unos instantes, sé que este libro no me salvará de una muerte asegurada, una muerte que, sin saberlo, persigo desde hace mucho tiempo, una muerte que sin duda no compensará todas las que yo he dejado atrás.
Miro a través de la abertura. Un soldado en el tejado de enfrente me apunta con su ak-47.
Abro el libro.
“Avanzan contra mí, ya me cercan,
Me clavan sus ojos para tirarme al suelo.
Son como el león ávido de presa.”
Sal 17, 11

Espero la muerte.

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